SOMOS UNA IGLESIA CONFESIONAL
La Iglesia Bautista Vida Nueva tiene una confesión de fe. Nos basamos en la enseñanza de los apóstoles (Hechos 2:42) y en las verdades doctrinales compartidas por los primeros cristianos, como se ven en 1 Corintios 15:1-4 y Colosenses 1:15-20. Como iglesia confesional, juntos sostenemos ciertas verdades de la fe cristiana.
La Confesión de Fe de New Hampshire de 1833 es una declaración de fe que nos guía. Aunque esta confesión no describe todas las creencias de nuestros miembros, resume las verdades fundamentales requeridas para la membresía en la Iglesia Bautista Vida Nueva.
Confesiones de Fe de New Hampshire (1833)
Las Escrituras
Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y que es tesoro
perfecto de instrucción celestial; [1] que tiene a Dios por autor, por objeto la salvación, y por
contenido la verdad sin mezcla ninguna de error,[2] que revela los principios según los cuales Dios
nos juzgará; [3] siendo por lo mismo, y habiendo de serlo hasta la consumación de los siglos, centro
verdadero de la unión cristiana, y norma suprema a la cual se debe sujetar todo juicio que se forme
de la conducta, las creencias y las opiniones humanas.
[1] 2 Tim. 3: 16, 17. ; 2 Ped. 1:21; 2 Sam. 23:2; Hech. 1:16.
[2] Prov. 30:5, 6; Juan 17:17; Rom. 3:4; Apoc. 22:18, 19.
[3] Rom. 2: 12. ; 1 Cor. 4:3, 4; Luc. 10:10-16; 12:47, 48.
El Dios Verdadero
Creemos que enseñan las Escrituras que hay Dios viviente y verdadero, y que solamente éste hay,
Espíritu infinito e inteligente, cuyo nombre es JEHOVA, Hacedor y Arbitro Supremo del cielo y de la
tierra, [1] indeciblemente glorioso en santidad, [2] y merecedor de toda la honra, confianza y amor
posibles; [3] que en la unidad de la Divinidad existen tres personas que son, el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo;[4] iguales éstos en toda perfección divina, desempeñan oficios distintos, pero que
armonizan, en la grande obra de la redención.
[1] Juan 4:24. Dios es Espíritu. Sal. 147: 5.; Heb. 3:4; Rom. 1:20; Jer. 10:10.
[2] Éxodo 15:11; Is. 6:3; 1 Ped. 1:16; Apoc. 4:6-8.
[3] Mar. 12:30; Apoc. 4: 11; Mat. 10:37; Jer. 2:12, 13.
[4] Mat. 28:19.; Juan 15:26; 1 Cor. 12:4-6.
La caída del hombre
Creemos que enseñan las Escrituras que el hombre fue creado en santidad, sujeto a la ley de su
Hacedor; [1] pero que por la transgresión voluntaria cayó de aquel estado santo y feliz;[2] por cuya
causa todo el género humano es ahora pecador,[3] no por fuerza, sino por su voluntad hallándose
por naturaleza enteramente desprovisto de la santidad que requiere la ley de Dios, positivamente
inclinado a lo malo, y por lo mismo bajo justa condenación,[4] sin defensa ni disculpa que le valga.
[5]
[1] Gén. 1:27; Ecles. 7:29; Hech. 17:26; Gén. 2:16
[2] Gén. 3:6-24.; Rom. 5:12.
[3] Rom. 5: 19; Juan 3:6. Sal. 51:5; Rom. 5:15-19; 8:17.
[4] Ef. 2:3.
[5] Ezeq. 18:19, 20.; Rom. 3:19.; Gál. 3:22.
El camino de salvación
Creemos que enseñan las Escrituras que la salvación de los pecadores es puramente gratuita,[1] en
virtud de la obra intercesora del Hijo de Dios; [2] quien cumpliendo la voluntad del Padre, se hizo
hombre, exento empero del pecado; [3] honró la ley divina con su obediencia personal, Y con su
muerte dio plena satisfacción por nuestros pecados,[4] resucitando después de entre los muertos, y
desde entonces entronizóse en los cielos; que reúne en su persona admirabilísima las simpatías más
tiernas y las perfecciones divinas, teniendo así por todos motivos las cualidades que requiere un
Salvador idóneo, compasivo y omnipotente.[5]
[1] Ef. 2:5; Mat. 18:11; 1 Juan 4:10; 1 Cor. 3:5-7; Hech. 15:11.
[2] Juan 3:16.
[3] Fil. 2:6, 7.
[4] Isa. 53:4, 5.
[5] Heb. 7:25.; Col. 2:9.
La justificación
Creemos que enseñan las Escrituras que es la justificación el gran bien evangélico que asegura
Cristo [1] a los que en él tengan fe; [2] que incluye esta justificación el perdón del pecado, [3] y el
don de la vida eterna de acuerdo con los principios dela justicia; que la dona exclusivamente
mediando la fe en él, y no por consideración de ningunas obras de justicia que hagamos;
imputándonos Dios gratuitamente mediante esta fe la justicia perfecta de aquél; [4] que nos
introduce a un estado altamente bienaventurado de paz y favor con Dios, y hace nuestros ahora y
para siempre todos los demás bienes que hubiéremos menester. [5]
[1] Juan 1:16; Ef. 3:8.
[2] Hech. 13:39; Isa. 3:11, 12; Rom. 5:1.
[3] Rom. 5:9; Zac. 13:1; Mat. 9:6; Hech. 10:43.
[4] Rom. 5: 19; Rom, 3:24-26; 4:23-25; Juan 2:12.
[5] Rom. 5:1, 2;
El carácter gratuito de la salvación
Creemos que enseñan las Escrituras que a todos franquea el evangelio los bienes de la salvación; [1]
que es deber de todos aceptarlos inmediatamente con fe cordial, arrepentida y obediente, [2] y que
el único obstáculo para la salvación del pecador pésimo de la tierra es la pravedad resuelta de éste,
y su repulsa voluntaria del evangelio, [3] repulsa que le acarrea condenación agravada. [4]
[1] Isa. 55:1.; Apoc. 22: 17;
[2] Hech. 17:30.; Rom. 16:26; Mar. 1:15; Rom. 1:15-17.
[3] Juan 5: 40.; Mat. 23:37; Rom. 9:32.
[4] Juan 3: 19.; Mat. 11:20; Luc. 19:27; 2 Tes. 1:8.
La regeneración
Creemos que enseñan las Escrituras que para ser salvo hay que regenerarse o nacer de nuevo; [1]
que consiste la regeneración en la comunicación a la mente de carácter santo; [2] que la efectúa de
una manera que no está al alcance de nuestra inteligencia el poder del Santo Espíritu en unión de la
verdad divina, [3] consiguiéndose así que voluntariamente obedezcamos al evangelio; [4] y que se ve
evidencia realmente en los santos frutos de arrepentimiento, fe y novedad de vida [5]
[1] Juan 3:3.; Juan 3:6; l Cor. 1:14; Apoc. 8:7-9; 21:27.
[2] 2 Cor. 5:17; Ezeq. 36:26; Deut. 30:6; Rom. 2:28, 29.
[3] Juan 3: 8; Juan 1: 13; Sant.1:16-18; 1 Cor. 1:30; Fil. 2:13.
[4] 1 Ped.1:22, 23; 1 Juan 5: 1; Ef. 4:20-24; Col. 3:9-11.
[5] Ef. 5:9; Rom. 8:9; Gál. 5:16-23; Ef. 3:14-21; Mat. 3:8-10; 7:20; 1 Juan 5:4, 18.
El arrepentimiento y la fe
Creemos que enseñan las Escrituras que son deberes sagrados el arrepentimiento y la fe, y asimismo
gracias inseparables, labradas en el alma por el Espíritu Regenerador Divino; [1] con las cuales
profundamente convencidos de nuestra culpa, nuestro peligro y nuestra impotencia, como también
referente el camino de salvación mediante Cristo,[2] nos volvemos hacia Dios sinceramente
contritos, confesándonos con él e impetrando misericordia; cordialmente reconociendo, a la vez, al
Señor Jesucristo por-profeta, sacerdote y rey nuestro, en quien exclusivamente confiamos en calidad
de Salvador único y Omnipotente.[3]
[1] Mar. 1:15; Hech. 11:18.; 1 Juan 5:1.
[2] Juan 16:8.; Hech. 2:38.; Hech. 16:30, 31.
[3] Rom. 10:9-11.; Hech. 3:22, 23; Heb. 4: 14.
El propósito de la gracia divina
Creemos que enseñan las Escrituras que es la elección aquel propósito eterno de Dios según el cual
graciosamente regenera, santifica y salva los pecadores; [1] que por ser este propósito
perfectamente consecuente con el albedrío humano, abarca todos los medios junto con el fin,[2] que
sirve de manifestación gloriosísima de la soberana bondad divina; [3] que absolutamente excluye la
jactancia, promoviendo la humildad;[4] que estimula al uso de los medios que puede conocerse
viendo sus efectos en todos los que efectivamente reciben a Cristo; [5] que es fundamento de la
seguridad cristiana; -y que cerciorarnos de esto, por lo que nos concierne personalmente exige y
merece suma diligencia de· nuestra parte.[6]
[1] 2 Tim. 1:8, 9;
[2] 2 Tes. 2:13, 14;
[3] 1 Cor. 4: 7. ; 1 Cor. 1: 26-31; Rom. 3:27.
[4] 2 Tim. 2: 10.; 1 Cor. 9:22; Rom. 8:28, 30.
[5] 1 Tes. 1:4.
[6] 2 Ped. 1:10, 11.; Fil. 3: 12; Heb. 6:11.
La santificación
Creemos que enseñan las Escrituras que la santificación es aquel procedimiento mediante el cual se
nos hace partícipes de la santidad de Dios, según la voluntad de éste; [1] que es obra
progresiva; [2] que principia con la regeneración; que la desarrolla en el corazón fiel la presencia y
poder del Santo Espíritu, Sellador y Consolador, empleándose continuamente los medios señalados,
sobre todo, la palabra de Dios, y también examinarse, abnegarse, vigilarse y orar,[3] practicando
todo ejercicio y cumpliendo todo deber piadoso.[4]
[1] 1 Tes. 4:3; 1 Tes. 5:23; 2 Cor. 7:1; 13:9; Ef. 1:4.
[2] Prov. 4:18;
[3] Fil. 2: 12, 13; Ef. 4:11, 12; 1 Ped. 2:2; 2 Ped. 3:18; 2 Cor. 13:5; Luc. 11:35; 9:23; Mat. 26:41; Ef.
6:18; 4:30.
[4] 1 Tim. 4: 7.